jueves, 6 de febrero de 2014

Rayo de luna

Manrique era un joven poeta, le gustaba la soledad y se aisló, es decir que se fue al Monasterio de los Templarios, a la orilla del Duero, se adentró en las alamedas del Monasterio, la medianoche reinaba y la luna llena en lo alto del cielo, mientras avanzaba, vio a una joven de vestido blanco, radiante, que brillaba…
Nada más verla se enamoró, pensaba que tenía que ser para él, la buscó, la buscó y la buscó, no paró de perseguirla, oía su voz, veía sus pisadas pero no la encontraba.
Llegó a la ermita de San Santurio, subió a la torre y en lo alto vio a la chica, cruzando en una barca el Duero.
Siguió sus pasos, llegó, a Soria al barrio de San Juan, llevaba horas buscándola cuando en un hospedaje de piedra, vio en la ventana un brillo inconfundible, esperó toda la noche allí y, cuando el escudero salió, le preguntó por la chica, pero le dijo que allí vivía Alonso de Valdecuellas.
La quería encontrar, pero allí no estaba.
Pensaba en ella, una chica de ojos azules, pelo negro, alta y brillante como los ángeles.
De camino a casa, cruzando el Monasterio, la volvió a ver, pero no era una chica sino un rayo de luna.
Se consumió en la soledad, con el consuelo de sus familiares.
Pero pensaba que la gloria y el amor eran el rayo de luna.

Opinión:
La leyenda de Gustavo Adolfo Bécquer me ha encantado y me ha gustado mucho el desenlace.

 Darío Martín Cobo
1ºC ESO

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