Nada más verla se enamoró,
pensaba que tenía que ser para él, la buscó, la buscó y la buscó, no paró de
perseguirla, oía su voz, veía sus pisadas pero no la encontraba.
Llegó a la ermita de San
Santurio, subió a la torre y en lo alto vio a la chica, cruzando en una barca
el Duero.
Siguió sus pasos, llegó, a Soria
al barrio de San Juan, llevaba horas buscándola cuando en un hospedaje de
piedra, vio en la ventana un brillo inconfundible, esperó toda la noche allí y,
cuando el escudero salió, le preguntó por la chica, pero le dijo que allí vivía
Alonso de Valdecuellas.
La quería encontrar, pero allí no
estaba.
Pensaba en ella, una chica de
ojos azules, pelo negro, alta y brillante como los ángeles.
De camino a casa, cruzando el
Monasterio, la volvió a ver, pero no era una chica sino un rayo de luna.
Se consumió en la soledad, con el
consuelo de sus familiares.
Pero pensaba que la gloria y el
amor eran el rayo de luna.
Opinión:
La leyenda de Gustavo Adolfo
Bécquer me ha encantado y me ha gustado mucho el desenlace.
Darío Martín Cobo
1ºC ESO
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