A los duendes les conté una vieja
historia en el río ayer. Cuando acabé de contársela me acompañaron a casa, pues
estaba muy oscuro. De la que caminábamos, pasamos por unos verdes matorrales,
estos se movían. Por detrás de los matorrales, oímos unos agudos gritos.
Decidimos ir a investigar qué pasaba. Los gritos cada vez nos introducían más y
más en el bosque. Después de un rato andando, Bizoo, uno de los duendes, se
percató de que detrás de una enredadera se hallaba una gran cueva.
Sigilosamente, nos fuimos adentrando en ella, hasta que al final de la cueva
vimos una vela encendida. Nos acercamos y descubrimos un cuerpo tendido en el
suelo. Los duendes y yo nos quedamos de piedra, no sabíamos qué hacer. Crush,
el duende más brillante, opinó que debíamos llamar a la policía. Todos estábamos
de acuerdo. Al cabo de un rato, llegó la policía. Nos hicieron todo tipo de
preguntas y más tarde se fueron. Al día siguiente, quedamos en el mismo lugar.
Entramos en la cueva, pero el cuerpo había desaparecido. Aquello era un caso
abierto.
Sofía Ruiz Cuesta 1ºD
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