-A
los duendes les conté una vieja historia en el río ayer-dijo Martín medio
inconsciente en el cuartel de policía.
-¿Quiénes
eran los duendes con los que hablaste? Sabes que son asesinos, y cualquier
persona vinculada es cómplice.-dijo la teniente Isabel.
-No
lo sé… Oigan ellos hablaron conmigo por casualidad y me dieron esto.- Martín
sacó un papel del bolsillo en el cual ponía.- 34º N, 70º O.
Isabel
examinó el papel con detenimiento. Sabía que los duendes no eran tontos, eran
por así decirlo, asesinos de “guante blanco”. Asesinos que actúan de día y
están rodeados de lujo y dinero.
Isabel
fue al lugar que indicaban las cordenadas del papel. Las cordenadas indicaban
una pequeña casa en Santander. Al llegar a la casa, cerca del acantilado, vió
una tela verde, símbolo de los duendes.
Cuando entró en la casa al abrir la
puerta se oyó un “clic”. Isabel se volvió y oyó un ruido de cuerda. Examinó la
estancia, y cuando miró hacia arriba, vió que la lámpara de araña se
precipitaba al vacío. De repente notó que unas cuerdas la ataban por el cuello,
vio una luz y una sombra, pero no pudo identificar al agresor.
Notaba
cómo la tiraban al mar, cómo su cuerpo se hundía con la sal y cómo cerraba los
ojos por última vez.Y nada podía hacer, nadie la oía gritar y ni ella misma
podía respirar.
Segundos
después se oyó un disparo. Isabel se hundió en las profundidades del mar, sin
nadie que la oyera en silencio y sola.
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