lunes, 10 de febrero de 2014

Duendes a sueldo




-A los duendes les conté una vieja historia en el río ayer-dijo Martín medio inconsciente en el cuartel de policía.

-¿Quiénes eran los duendes con los que hablaste? Sabes que son asesinos, y cualquier persona vinculada es cómplice.-dijo la teniente Isabel.

-No lo sé… Oigan ellos hablaron conmigo por casualidad y me dieron esto.- Martín sacó un papel del bolsillo en el cual ponía.- 34º N, 70º O.

Isabel examinó el papel con detenimiento. Sabía que los duendes no eran tontos, eran por así decirlo, asesinos de “guante blanco”. Asesinos que actúan de día y están rodeados de lujo y dinero.

Isabel fue al lugar que indicaban las cordenadas del papel. Las cordenadas indicaban una pequeña casa en Santander. Al llegar a la casa, cerca del acantilado, vió una tela verde, símbolo de los duendes.

 Cuando entró en la casa al abrir la puerta se oyó un “clic”. Isabel se volvió y oyó un ruido de cuerda. Examinó la estancia, y cuando miró hacia arriba, vió que la lámpara de araña se precipitaba al vacío. De repente notó que unas cuerdas la ataban por el cuello, vio una luz y una sombra, pero no pudo identificar al agresor.
Notaba cómo la tiraban al mar, cómo su cuerpo se hundía con la sal y cómo cerraba los ojos por última vez.Y nada podía hacer, nadie la oía gritar y ni ella misma podía respirar.

Segundos después se oyó un disparo. Isabel se hundió en las profundidades del mar, sin nadie que la oyera en silencio y sola.

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