A los duendes les conté una vieja historia en el río
ayer. Trataba del asesinato de un duende que, curiosamente, murió en un
cobertizo de su casa en el que solo había cuatro paredes, un suelo y un techo.
La víctima había cerrado con llave desde dentro y no tenía ningún rasguño. Al
hacerle la autopsia descubrieron que no había tomado nada y no le había dado un
paro cardiaco ya que era demasiado joven. El equipo de policía investigó el
caso durante años, pero al ver que se habían repetido casos parecidos en ese
tiempo empezaron a sacar conclusiones. Finalmente descubrieron que se trataba
de un ser minúsculo que se colaba por los huecos de las puertas y, posándose en
su nuca, les clavaba a sus víctimas su pequeñísimo aguijón que desprendía un
veneno muy difícil de detectar. Nunca se consiguió atraparlo, pero sí sabían
cómo librarse de él. Los duendes desalojaron sus viviendas hasta que el ser no
tuviera víctimas que matar y así emigrara a otro sitio.
Juan
Jorde 1º D ESO
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